Temas diversos, parte 2

Tema 1: Sarah, una mujer de 38 años con depresión crónica severa. Le fue implantado un dispositivo que trabaja con estimulación eléctrica sobre la corteza cerebral para inhibir sus pensamientos negativos. El debate gira en torno de la cuestión ética, si está bien o no modificar al ser humano mediante un ingenio tecnológico de este tipo. Estamos acostumbrados a las prótesis que modifican o potencian nuestro cuerpo en sus funcionalidades físicas (anteojos, marcapasos, audífonos, piernas artificiales), pero cuando se trata de intervenir sobre la mente o sobre las emociones, parece que se nos dificulta aceptarlo de igual manera. Esto es algo que ya trabajó hace algunos años el siempre polémico Francis Fukuyama en su libro El fin del hombre, cuando plantea los alcances de la revolución biotecnológica. ¿Cuál es el punto en el cual dejamos de ser humanos cuando intervenimos tecnológicamente sobre nuestro cuerpo? Y cuidado, que no hay tanta diferencia entre el caso de Sarah y el de cualquier hijo de vecino que esté medicado con clonazepam. No dista tampoco del concepto de prótesis trabajado por Marshall McLuhan en El medio es el masaje.

Tema 2: Por algún motivo, todo esto, cruzado con el texto de Freud sobre psicología de las masas, me  llevó a recordar el concepto de Homo Gestalt que propone Theodore Sturgeon en su novela Más que humano. Para quien la haya leído, la mención del concepto será acaso suficiente. Para quien no, el artículo que propongo en el enlace de más arriba será por demás ilustrativo. Creo que es el paso siguiente a los conceptos de inconsciente colectivo, culturas afectivas y masa psicológica. Y me pregunto si de alguna manera la irrupción de Internet no nos lleva un poco hacia ese lado. Yo soy mis ideas y mis sentimientos. Pero en la medida en que comparto mis ideas, pasan a ser nuestras. Y si bien mis sentimientos son solamente míos, acaso vos y yo sintamos algunas cosas en coincidencia, por pertenecer a una misma cultura. Las que anteceden no son líneas afirmativas, sino solamente propositivas. Para seguir pensando sobre el tema.

Tema 3: Entre 1973 y 1974 la artista serbia Marina Abramović trabajó con una serie de performances que ponían en juego su propio cuerpo como elemento artístico. Rhythm 0 fue la última de la serie. En una de las paredes de la sala en la cual se llevó a cabo la experiencia decía: «En la mesa hay setenta y dos utensilios que pueden usarse sobre mí como se quiera. Yo soy el objeto».

En efecto, sobre una mesa había un total de setenta y dos elementos: un látigo, un libro, pan, un cuchillo, unos zapatos, un hacha, vino, unas tijeras, un peine, uvas, un martillo, clavos, un trozo de madera, azúcar, agua, un espejo, una pistola, una pluma, un periódico, pintura roja, una manzana, sal, una bala, pintura blanca, un lápiz de labios, un frasco de perfume, una medalla, una cuchara, una flauta, un abrigo, una campana, un sombrero, un bastón, agujas, un pastel, una boa de plumas, una bufanda, una vela, un pañuelo, cadenas, un broche para el pelo, un hueso de cordero, unas flores, un tenedor, un cuchillo de bolso, una rama de romero, pintura azul, algodón, alcohol, cerillas, una banda adhesiva, una caja de cuchillas de afeitar, una silla, un escalpelo, una rosa, jabón, hilo, cuerdas de cuero, una pipa, un broche de seguridad, una pluma de ave, vendas, una lanza de metal, una sierra, un folio, un plato, azufre, aceite de oliva, alambre, un vaso, miel, una cámara Polaroid.

Abramović se paró junto a la mesa y adoptó un rol pasivo, que se comprometía a mantener durante las seis horas siguientes. La artista asumía la plena responsabilidad de cuanto pudiera sucederle en el transcurso de ese tiempo. Las tres primeras horas de la performance transcurrieron sin sobresaltos. El comportamiento del público fue amistoso. Pero después el ánimo  registró un vuelco significativo y las acciones se tornaron más violentas. Un hombre efectuó un corte en su cuello y procedió a beber la sangre que manaba de la herida. Colocaron un sombrero sobre su cabeza mientras le mostraban un espejo con la frase «IO SONO LIBERO», redactada con lápiz de labios; otro escribió «END» en su frente. Dispusieron su cuerpo en la mesa con las piernas abiertas y ubicaron un cuchillo entre ellas. Cargaron el revólver y lo pusieron en su mano con el cañón dirigido hacia su cuello. Esta última acción suscitó el enfrentamiento entre dos facciones del público, la conformada por quienes querían protegerla y los deseosos de continuar con los abusos. A pesar de haber recibido instrucciones de no interferir en la performance, los guardias de la sala retiraron el arma. Abramović fue desnudada por completo, cortada su ropa con tijeras. Entrelazaron el tallo espinoso de la rosa con los eslabones de la cadena que llevaba al cuello. Esparcieron los pétalos de la flor sobre su rostro. Una mujer intervino para secar las lágrimas que humedecían sus mejillas. El galerista Lucio Amelio tomó varias fotografías que colocó en una de las manos de la artista.

A las dos de la mañana, después de las seis horas pactadas, Abramović abandonó su quietud, desnuda, manchada de sangre, los ojos llenos de lágrimas. Tan pronto como la artista pasó de objeto pasivo a sujeto activo, los espectadores huyeron de la sala. La explicación de la actitud de violencia tiene que ver con la deshumanización de la víctima. En este caso promovida por ella misma, esto es cierto; pero aceptada y reproducida por el público asistente. Es muy probable que en otras circunstancias la víctima de turno no tenga el poder de entrar o salir de su rol de manera voluntaria. Sobre este punto es que los invito a reflexionar. ¿Te reconocés, en algún caso, en formar parte de esta cosificación que solemos hacer en nuestras interacciones sociales cotidianas?



Y sí, seguro que si solamente habías visto UN video con algo de Marina Abramovic, habrá sido éste que te dejo aquí abajo. Y lo dejo porque me quedo pensando en lo siguiente... ¿En qué clase de sociedad vivimos, que sentarse en silencio y sostener la mirada de una persona puede convertirse en un gesto conmocionante? ¿Qué pasa cuando estas miradas son vistas con cada vez más habitualidad en HD 1080, a través de los pixeles de una pantalla?





Comentarios

  1. Justo en esta entrada aparece lo del límite del/de lo humano, la hibridación y demases! Jajaja el caso de Sarah también fue tópico de la clase de ayer donde charlamos sobre posthumanismo.

    El artículo del Homo Gestalt (concepto del que, creo, no haber escuchado antes) va en esta dirección, evolucionar y superar los problemas de la contemporaneidad, que parecieran que nos acorralan por todos lados, a partir de ese cambio de mentalite. Abandonando la jerarquización y la individualidad en términos ¿egocéntricos? ¿narcisistas? No sé si está bien dicho. Las perfomances que traes a debate pienso que tratan esto, por un lado podemos ver la deshumanización, cosificación, pero por el otro se puede ver la capacidad de empatizar y tal vez sea esta habilidad, retomando el artículo, la que nos abra paso a la evolución.

    Amparo

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