Identidad y experimentos sociales II
Seguimos con la cuestión de los mapas, las identidades y las construcciones de la realidad. Estos experimentos sociales tienen que ver con la empatía. Vale decir con la construcción identitaria en función de la idea que se tenga del yo y de los demás. Comenzamos por este experimento social en el cual una misma persona interactúa con un mismo entorno, pero ataviada de dos maneras diferentes.
Este otro video refleja el experimento creado por los investigadores Kenneth y Mamie Clark en los Estados Unidos de la década de 1930, en el cual se busca que un grupo de niños establezca un parámetro de reconocimiento identitario en relación con un muñeco blanco en contraste con otro más oscuro. Por supuesto, el experimento en cuestión está atravesado por un montón de variables históricas y geográficas (no puede considerarse homogéneo un análisis hecho en EE.UU. en 1940 respecto de otro realizado en México en 2010), por lo que no debe ser tomado como una marca absoluta, pero señalade todos modos una tendencia que sin duda es significativa para abordar el tema de la identidad en relación con criterios estéticos hegemónicos.
El caso que sigue, que también indaga sobre parámetros relacionados con el comportamiento social, revela un estudio de Albert Bandura, quien quiso estudiar el aprendizaje social en los niños. Concretamente, el modo en que estos aprenden por imitación. Bandura expuso a un grupo de niños a diferentes patrones de conducta de adultos, algunas altamente agresivas y otras sin agresividad. Luego buscó estudiar si los niños repetían la conducta vista en el adulto cuando éste no se hallaba presente. Bandura confirmó cuatro hipótesis: 1) Que los niños que habían visto la conducta agresiva del adulto tendían a imitarla; 2) Que los niños que habían visto al adulto no agresivo eran menos agresivos incluso que el grupo control (aquel que no vio ningún modelo de adulto); 3) Que los niños eran más proclives a imitar la conducta del adulto si éste era de su mismo género; 4) Que los varones eran más proclives que las mujeres a exhibir conducta agresiva. Para el experimento, Bandura utilizó un conjunto de 36 niños varones y 36 mujeres. 24 niños fueron expuestos a conductas agresivas, 24 a no agresivas y 24 formaron el grupo control. La exposición a la conducta del adulto se hizo haciendo entrar a cada niño en una sala y se lo sentaba en un rincón rodeado de juguetes. Del otro lado de la sala se situaba el adulto con un muñeco. Allí los encargados de mostrar conductas agresivas dañaban verbalmente al muñeco y lo agredían físicamente, mientras que el modelo no agresivo jugaba con otros juegos e ignoraba completamente al señuelo. Pasado el momento de exposición al modelo adulto, los niños volvían a entrar en la salita. Los investigadores estudiaban la conducta de los niños midiendo la agresión que ahora ellos presentaban hacia el muñeco. No parece demasiado difícil extender lo que se ve en esta experiencia a nuestro ámbito social cotidiano.
Finalmente, dos variantes del Experimento Asch -llamado así por haber sido diseñado por el psicólogo Solomon Asch- que nos habla acerca de los procesos de imitación social. El experimento original, que trabaja sobre la comparación de unas líneas dibujadas sobre unas tarjetas, puede apreciarse en el primero de estos dos videos. El sujeto del experimento es inducido a dar una respuesta con total evidencia errada a una pregunta, con el único objetivo de no sentirse expuesto a la vista de los demás como el único representante de un punto de vista disidente. La ausencia de todo apoyo a su punto de vista es determinante de su comportamiento. El segundo video, el del ascensor, gracioso y todo como puede parecer por la música que le han puesto, no es sino una variante de lo mismo. Y deja de ser gracioso en cuanto cambiamos el factor postural en un ascensor para reemplazarlo por una posición ideológica o política totalitaria, por ejemplo.
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¡Hola!
ResponderEliminarLos experimentos sociales de la niña perdida y de las caídas del chico me impulsaron a reflexionar sobre algunas cuestiones. En principio, como se puede identificar la confluencia entre categorías estéticas y morales, como menciona la nota “Desaprender la mirada: resistencias estéticas ante el ojo hegemónico”. Tanto la niña como el joven, una vez que modificaron su apariencia por fuera de los cánones hegemónicos, comenzaron a ser percibidos como peligrosos: la gente apartaba las carteras de la niña y nadie se acercaba al joven. Ahí entran a jugar los mapas de representaciones por los que asociamos apariencias a determinadas características, afectando nuestra percepción. En ese sentido, pensaba en las detenciones por “portación de rostro”, con motivo de la apariencia de las personas (que nunca son hegemónicas) y la institucionalización de esa violencia basada en prejuicios.
Por otro lado, me interesó mucho la idea de “resistencia estética”, abordada en el mismo artículo mencionado. Pienso que el movimiento del body positivity funciona ese sentido, ya que busca deconstruir las estéticas hegemónicas que dictan que lo bello y lo deseable con los cuerpos delgados. En relación a esto, pienso en la resistencia de lxs activistas gordxs, como Agustina Cabaleiro, que habla en esta entrevista (https://www.youtube.com/watch?v=yrM3NFfg7yI&ab_channel=Futurock) de la interiorización de cánones estéticos que le causan angustia porque no puede encajar en ellos y aquella interiorización la impulsaba a ejercer una violencia sobre sí misma (que se sumaba a la que viene desde los otros), al asociar su cuerpo con lo malo y feo.
¡Saludos!