3. Existencialismo fenomenológico

Todo bien con la razón. Pero seamos razonables: la complejidad que es propia de la existencia humana no puede abordarse UNICAMENTE a través del raciocinio. En cuanto uno intenta explicar racionalmente las pasiones, las emociones, las sensibilidades, los deseos, la noción de una trascendencia, todo eso se disuelve en el marco de la propia explicación. Como escribió alguna vez Milan Kundera: "'Pienso, por lo tanto existo', es el comentario de un intelectual que subestima el dolor de muelas. 'Siento, por lo tanto existo', es una verdad que posee una validez mucho más general y se refiere a todo lo vivo. Mi yo se diferencia esencialmente del de ustedes no por lo que piensa. Gente hay muchas, ideas pocas: todos pensamos más o menos lo mismo y las ideas nos las traspasamos, las pedimos prestadas, las robamos. Pero cuando alguien me pisa un pie, el dolor sólo lo siento yo. La base del yo no es el pensamiento, sino el sufrimiento, que es el más básico de los sentimientos. En el sufrimiento, ni siquiera un gato puede dudar de su insustituible yo. En un sufrimiento fuerte, el mundo desaparece y cada uno está a solas consigo mismo." 

Les dejo el enlace para que puedan leer el capítulo de Alain Finkielkraut titulado "El encuentro con los demás", de su libro "La sabiduría del amor", sobre el pensamiento de Jean Paul Sartre y Emmanuel Levinas. Acerca de este mismo tema, les aporto además un video que estimo bastante ilustrativo, protagonizado por José Pablo Feinmann, como un aporte adicional al tema de la mirada del otro. 

Aparece aquí una famosa frase de Sartre que les recomiendo que recuerden: "Somos lo que hacemos con lo que los demás hacen de nosotros". Aunque tal vez prefieran quedarse con la versión modificada que me permito proponer yo desde aquí: "Somos lo que hacemos con lo que creemos que los demás hacen de nosotros". Sutil diferencia, de la cual hablaremos oportunamente.



Otras cuestiones: ya hablaremos más adelante de las ideas de Jacques Lacan. Pero como ya hemos comenzado a hablar, de la mano de Sartre, de la cuestión del amor como un modo de enfrentamiento, tal vez valga la pena citar aquí a Jacques-Alain Miller, quien en una entrevista para Psychologies Magazine (octubre 2008) respondía de este modo a la pregunta de si el psicoanálisis enseña algo acerca del amor: "Enseña mucho, pues el amor es el resorte de la experiencia psicoanalítica. Se trata de un amor automático, a menudo inconsciente, que el analizante dirige al analista. Es lo que se llama transferencia. Es un amor artificial, pero similar al amor real. Esta es su mecánica: el amor se dirige a aquel que uno cree que conoce su verdad más íntima. Y el amor permite imaginar que esa verdad será amable, agradable, mientras que de hecho es muy difícil de soportar."

Pregunta: ¿Entonces, qué es verdaderamente amar? 

Respuesta: Amar verdaderamente a alguien es creer que amándolo se accederá a una verdad sobre uno mismo. Amamos a aquella persona que esconde la respuesta, o una respuesta posible, a nuestra pregunta: "¿Quién soy yo?" 

Del libro de cátedra, El sujeto de la comunicación, pueden leer el capítulo de la profesora Graciela Smerling: Emmanuel Levinas: La comunicación que nos lleva a encontrar el bien. Iré compartiendo luego algunos materiales adicionales. Pero como un cierre casi al margen para este posteo, les dejo también esta vieja publicidad, como para que piensen en el tema y digan en los comentarios de este post qué les dice, qué les sugiere. O si les ha pasado alguna vez esto de que la mirada del otro moleste, incomode, genere algo parecido a la vergüenza. ¿Han tenido alguna vez vergüenza? Seguro que sí. Cuenten entonces también esa anécdota, ese episodio en el cual se sintieron avergonzados, a ver si aparece algún factor común en todos los casos.

Comentarios

  1. Creo que en la publicidad se materializa esta Ética de la que habla Lévinas, ese encuentro donde desplazamos al yo, para asistir a ese otro que a la vez nos vemos reflejados. O va, mas que vernos reflejados, al reconocer su presencia, habilita mi “rostro”/ser y despoja mi egoísmo. Y esta demanda que nos genera, como el deseo de “mírame, mírame, mírame” también lo relaciono con el teórico, en esto que somos sujetos deseantes porque estamos castrados, y siguiendo lo anterior, ponemos primero al otro y nos sentimos libres porque nos permite sacar nuestra “mejor versión” porque tiene una o LA verdad sobre nosotros mismos, tiene algo para decir que nosotros no conocemos, y que solos no lo podemos descifrar tampoco. Me pregunto ¿Es amar a un otro el único camino para conocer nuestro verdadero ser? Si es así, no quedara otra que amar más.
    En cuanto a la vergüenza, no vivo un día sin ella, desde ir al almacén, hablar en una clase o tomar el transporte público y creo que va de la mano con esto que venimos hablando, de la importancia y el peso que tiene la mirada del otro y lo que tiene para decir sobre nosotros, porque en algún sentido pareciera que el otro termina sabiendo mas que uno mismo. Y eso incomoda, no nos gusta nada, porque el otro termina teniendo un poder sobre nosotros y que encima, no podemos evitar ni controlar.

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  2. Buenas,
    En cuanto la pregunta quería mencionar que varias veces he sentido vergüenza al subir una foto como historia de Instagram. Y creo que comienzo a tener esa sensación cuando presto atención de quienes están viendo esa historia.
    Es como en la publicidad: subí la foto porque quería que me miren pero una vez que lo hacen me avergüenzo. Y posiblemente pase esto porque, como se menciona en el texto de Finkielkraut: "En virtud de la vergüenza conferimos a los demás una presencia indudable".
    Pero esta idea que se mencionó de: "Somos lo que hacemos con lo que creemos que los demás hacen de nosotros" creo que también representa el miedo de que mi persona este atada a lo que los demás piensan de mi y creo que de acá viene la vergüenza.
    Dejo un Tik-Tok que describe una sensación similar (mil disculpas que esta en inglés): https://www.youtube.com/watch?v=F74YQVpSmao&list=LL&index=23
    - Bermejo, Mariana

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  3. Buenas tardes!
    Con respecto a la vergüenza, personalmente la exteriorizo muy fácil: me pongo roja como un tomate. Jamás me pregunte que pasa dentro de mí, que me hace reaccionar de esa manera. Ahora que lo analizo, imagino que es por la opinión de los demás, la exposición o vulnerabilidad. Desde que nacemos nos influye la presencia del otro y lo que piense de nosotros.

    En todo el capítulo del libro, se menciona que hay que poner siempre al otro antes que el yo. Si bien el encuentro con el otro es fundamental, también creo que es importante en ciertas ocasiones priorizar el yo por sobre el otro. O, ¿Será que en las ocasiones que nos priorizamos, ponemos en primer lugar a un otro diferente? ¿El otro es cada persona o un colectivo en particular? Creo que en el otro buscamos la aprobación y la seguridad de encontrarnos a nosotros mismos, o buscamos respuestas y aprehendemos su experiencia. Pienso en otra cosa totalmente diferente, en los casos de refugiados, o mismo lo que sucede en Afganistán, la sociedad debe priorizar a ese otro que esta en peligro, a ese rostro que se interpone en nuestro camino. (No se si me expresé bien, creo que enredé con mis pensamientos).

    Por otro lado, me parece interesante el cambio en la frase del video del canal encuentro “¿Qué creemos que hacen los demás de nosotros?” Me parece que además de opinar y juzgar, no todo debe ser negativo. A fin de cuentas nos constituimos como personas en base a nuestro entorno. Entonces me pregunto, ¿Decidimos quiénes somos? ¿Tenemos realmente el poder sobre nuestras decisiones?

    ¡Saludos!

    Irina Nazaryk.

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  4. Hola! A partir del posteo y la bibliografía me surgen dos cuestiones (juro que intenté ser breve, evidentemente no lo logré):

    1. Si amar verdaderamente a alguien es creer que amándolo se accederá a una verdad de uno mismo, si amamos a quien creemos que esconde una o la respuesta a la pregunta “¿quién soy?”, entonces, ¿toda nuestra autopercepción, nuestra definición del propio “yo”, está condenada-condicionada por nuestra relación con otrx/s? Es decir, no hay nada esencialmente “mío” o “tuyo”, sino que – en realidad – nuestros “yos” son una construcción conjunta, social, a partir de nuestros vínculos. No somos nada – nadie – sin la mirada del otrx porque necesariamente dependemos de esa diferenciación (yo - otrx) para definirnos. Igualmente, no termino de comprender la idea del amor como enfrentamiento y tengo otras inquietudes, pensamientos, con respecto a cuán genuina podría ser esa respuesta que esperamos obtener de la persona amada siendo que, al amarla, su mirada sobre nosotrxs nos afecta, condicionando así nuestro actuar-pensar, por lo cual no tendría jamás una respuesta fiel a nuestra esencia a la hora de preguntarles quienes somos. ¿O conforma nuestra esencia, justamente, la forma en que nos vemos afectados por quienes amamos?

    2. Con respecto a la relación raciocinio-afectividad-vergüenza: la construcción de la matriz social moderna implicó abstracción y cuantificación. El mundo quedó reducido a todo lo que pueda ser medible y el resto (la afectividad, por ejemplo) queda totalmente fuera de la atención del hombre moderno. Esta matriz deriva en el presente con este imaginario social occidental del que hablábamos la clase pasada en el que nos ocupamos y preocupamos por verlo y entenderlo todo, lógicamente. Acumular saber, conocimientos. El desarrollo de la técnica se dio en el mismo sentido, alimentando aún más la idea de saber = poder y la del prometido-anhelado progreso.
    Ahora, cuando preguntas sobre situaciones que nos hayan dado vergüenza, yo tengo miles y todas tienen el mismo motivo: sentí vergüenza por quedar como una b0lud4. Todas situaciones en las que quedé como una tonta ante un otro. Todas situaciones en las que fui o parecí la antítesis del imaginario social occidental: inteligencia (en términos de razón), saber = poder, progreso, etc. En definitiva, ser (o parecer) lo que está mal ser y por eso sentí vergüenza. Teniendo esto en cuenta, pienso, lo in-útil que es dejar de lado lo afectivo a la hora de intentar comprendernos y responder a la pregunta “¿quién soy?”, si el motivo para muchas de las cosas que hacemos, y que nos conforman como quienes somos, es puramente afectivo-pasional-sensible. Por ejemplo, yo siento la presión de conocer-aprender algo con tal de evitar el sentimiento de vergüenza que me produciría quedar como una tonta frente a otra persona. Realmente considero que es imposible conocer la realidad (o al menos acercarse un poco más a esa “verdad”), al humano y, en particular, a unx mismx si se deja de lado la afectividad y ésta, a su vez, puesta en relación con la mirada de los demás hacia unx.

    No sé si aparecerá mi nombre o no, asique por las dudas: soy Amparo Tipitto. Aprovecho para comentar que todos los temas que se van proponiendo, junto con los comentarios de lxs compañerxs, me viene resultando súper interesante. Saludos!

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  5. Malena Rodriguez Segal

    Hola!
    Del texto de Graciela Smerling Sobre Lévinas, me pareció interesante en principio la idea de judaísmo como sensibilidad difusa, con todo lo que aquello significa. Teniendo familia judía, siento que es una buena consideración, que abarca todo lo que el judaísmo es, con su historia, memoria y solidaridad.
    Yendo a lo más concreto, me parece muy interesante la idea de ética como experiencia plena, que no deriva de un razonamiento, que debe ser vivida. Esto bajo la lógica de que el otro tiene primacía sobre mí, una filosofía de la ética que pone en el relacionarse con la otredad la manera de trascender.
    En cuanto a la anécdota sobre la vergüenza, soy una persona bastante vergonzosa en general. Me acuerdo en particular de un jefe que tuve, que miraba en exceso como uno trabajaba, como una especie de ojo que todo lo ve. Solía acercarse días después a marcar lo que habías hecho, ya se para bien o para mal. Cuando sentía la mirada de él empezaba a tener muchas equivocaciones. Era tal el nivel de vergüenza que sentía, que me ponía nerviosa y pensaba en exceso cada movimiento. Es increíble como nos condiciona el otro a tantos niveles y formas, o como usted dijo, lo que creemos que los demás hacen de nosotros. Es, en términos de Lévinas, el rostro, que está siempre inseguro y amenazado.

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